A las 11:20 post meridiem fue la cosa (un 4 de diciembre del '79). Nací en Cabimas y seguramente aquí quedarán mis restos. En algún momento de mi infancia lo que más deseaba en el mundo era poder morirme para ir al cielo, primero, por lo chévere que se veía-oía según la descripción de las monjas que me daban clases en el Colegio "Fe y Alegría", y segundo y más importante, para evitarme la posibilidad de ir al infierno, lugar que según sus descripciones era la peor cosa que le podía pasar a alguien (y además era eterno). Con mi muerte temprana me aseguraba el cielo, ya que, según las monjas, éste estaba garantizado para los niños como nosotros, pues nuestro único pecado (otra vez, según ellas), era el pecado original, y este nos acompañaba a todos desde nuestro nacimiento producto de la expulsión de Adán y Eva del paraíso.
He ido en dos oportunidades a Cuba, una vez fui de vacaciones con mi madre y mi hermano a Margarita, participé en Quién quiere ser millonario (En esa época de mi vida lo quería ser); estos han sido los momentos donde he estado más cerca del cielo, además de los otros viajes en avión que hice de niño durante el poco tiempo que mi madre y mi padre estuvieron casados (etapa de mi vida de la cual tengo muy pocos recuerdos).
Tengo un hijo que en una semana cumplirá cinco años (se llama Dante), aún cree en 'Papá Dios' y dice que lo quiere mucho. Yo lo quiero MUCHO a él y me mata de la risa cada vez que dice que a Dios lo mataron los adecos y después lo pusieron en un palo. También dice que cuando sea grande quiere ser como Hulk.
Después que maté a Dios (y al cielo y al infierno de las monjas), quise ser físico nuclear. Tengo treinta y un años y aún no termino mi carrera universitaria. Me falta una muela, tengo quince letras y seis números tatuad@s en mi antebrazo izquierdo... no tengo tres ovejas en una cabaña.
Quiero que Dante sea lo que yo espero del mundo; que me recuerde y que dude de todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario