miércoles, 12 de octubre de 2011

Viernes


Fumaba con los ojos cerrados sobre un grupo que rocas que hubiesen bastado para lapidar a tres personas de buena salud. El aire ya no era era tibio. Levantó la cabeza, y la poca luz de la tarde le mostró el árbol de siempre. Junto a él, la caja de cigarrillos y una pequeña libreta. De su bolsillo derecho sacó un par de hebras de hilo, sostuvo ambas a un brazo de distancia de sus ojos y notó que aún podía distinguir una de la otra; aún faltaba para el sabbath.

Lanzó su última colilla. El nudo estaba listo. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario