sábado, 12 de julio de 2014

Nada, ni uno solo


Nada, ni uno solo. Faltaron a sus trabajos, a sus negocios y a sus clases. Vacíos los estacionamientos de todas las sinagogas. Nadie tocaba con su frente el Muro de los Lamentos. Ningún palestino se atrevió a cruzar la nefasta frontera. 

Tocaron a sus puertas, revisaron sus redes sociales, los llamaron por teléfono. Les enviaron correos que jamás fueron respondidos. Salían del cuadro de una cámara de seguridad para no aparecer en los otros. 

Se esfumaron sin avisar. Sin vientos huracanados. Sin nubes con fuegos fulgurantes ni resplandores en torno de ellas.

Nunca más volvimos a saber de ninguno de ellos. 

Siguió el mundo su curso como tantas otras veces.


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